jueves, 25 de noviembre de 2010

Como dos gotitas de aceite que en agua no saben nadar.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Esta noche brindaremos porque metimos la pata. Quiero brindar por todos y cada uno de los errores que he cometido. Que todos hemos cometido. Confieso mis pecados a la noche porque es la única que no juzga. La única que perdona y olvida de verdad . Este tequila me sabe a amargo porque aún hay muchas cosas de las que me arrepiento. Bebamos para ahogar en las copas los miedos. Porque si, yo también he sido cobarde. Todos somos cobardes. Y corremos. Corremos para no alcanzar nada. Solo huimos de las pifiadas para perderlas de vista. Y al girar la esquina del pasado, miramos atrás. Y solo al vislumbrarlas de lejos nos sentimos aliviados. Porque los errores están, siguen estando pero en la lejanía. Porque aunque nos luzcamos de valientes, no tenemos agallas para mirarlos a los ojos. Vamos a celebrarlo. Celebremos que nos dimos cuenta. Celebremos que estemos aquí, hoy, cómo mínimo sabiendo todo lo malo que hicimos. Confesándonos a la noche. Emborrachándonos de arrepentimiento. Que ya es algo con lo que brindar. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Que mi "yo" rimaba a la perfección con tu "yo". Que las elipsis de palabras en nuestras miradas eran más que evidentes. Las paradojas y contradicciones, inevitables en nuestra rutina. Que nos gustaba invadirnos a retóricas, perfurmarnos con poemas empalagosos de Neruda y Machado. Que hipérbole lo era todo y nada. A menudo necesitabas tener todas las sílabas contadas. Otras veces, en cambio, preferías volar. Sin límites. Conmigo. Que eras la metáfora de aquello que siempre imaginé. Que tus besos ya eran versos y nuestros días estrofas. Que la anafora del nosotros, nosotros, nosotros tenía sentido si era contigo, contigo y contigo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Coloco la taza de café en la bandeja del microondas. Cierro y espero allí delante, como un pasmarote durante dos minutos y medio exactos. Mientras espero, advierto que me reflejo en la puerta negra del microondas, y me asusto al encontrarme allí, mirándome de frente con esas ojeras y esa misma cara de susto que asusta aún más, a tan solo quince centímetros. El microondas pita, abro, y cojo la taza. Cierro la micro-puerta del micro-ondas y noto algo raro. La taza no está caliente. Miro la rueda anticuada de opciones de temperatura y veo seleccionada “descongelar”. Mi reflejo me mira ahora con una cara de idiota que no se la aguanta. Me dice susurrando “tranquila, solo lo he visto yo”, y ya me siento un poco mejor.

sábado, 30 de octubre de 2010

Bajo el agua de la bañera, la vista se nubla, el aire se vuelve espeso y el sonido se distorsiona. Sumergida, deleito este fugaz momento en esta realidad paralela. Aislada, mis sentidos disfrutan, aquí dónde nada importa, dónde no existen fronteras entre lo concreto y lo abstracto. Dónde, desnuda de prejuicios, olvidando todo lo existente, mi pelo y mi piel se destensan. No hay fuerzas, no hay leyes, nadie ha dominado aún el agua. Mi mente, en libre albedrío, siente que sí puede ser por fin ella misma. No hay cadenas, no hay corrientes, no hay contaminadores de mentes, ni mentiras ni epidemias que convierten en estúpidos a sus víctimas. Este tiempo, tan efímero cómo lo es mi oxígeno, me obliga a volver a la estúpida superficie. Aquí, fuera y tiritando, desearía ser pez otra vez. Teniendo tan solo tres segundos de memoria, viviendo eternamente ignorante y, aparentemente, eternamente feliz.

jueves, 14 de octubre de 2010

Miedos.

Tengo pánico a los baches, a los altibajos. A las crisis. Les temo a la soledad y a las matemáticas de la vida. Tengo miedo a los horarios, a la vida estructurada y planificada. A una embriagadora rutina o a un monótono día a día. Temo al chocolate negro pero no soy ni mucho menos racista. Temo a quien se esconde bajo su paraguas pero no a la lluvia. Le tengo miedo al abrupto mar pero no a la costa. A las profundidades de cualquier superficie. Temo lo desconocido, pero me despierta curiosidad. Incluso a lo conocido, por no saber nunca si conozco lo suficiente de ello. O demasiado, o quizá demasiado poco. Una bochornosa mezcla de sensaciones.
Tengo pánico a las distancias, y aún más a las despedidas. Temo las discusiones, las rupturas. Las heridas mal curadas y la falta de remedios. Soy precavida y prudente hasta la exageración, y me asusta lo que eso me consume. Siempre tengo un segundo plan, una excusa, una carta escondida. Temo los extremos, cerca del abismo. Siendo cobarde, prefiero lo estable. Siendo valiente, lo improvisado. Me da miedo nuestra generación. La ignorancia. El sentirme vulnerable, el sentirme incluida en ella.
Me asusta el poder de las palabras, pues descubrí que pueden ser flores pero tambien puñales sus espinas. Temo lo sospechoso, los secretos. Pero amo los susurros, las confesiones al oído, las complicidades y los guiños. No temo las lagrimas, pero si los sollozos. Te temo. Temo tu fugacidad y a la vez tu espera. Temo tu pensamiento, tus planes, tus jugadas. Porque me superas tanto que no llegas a comprenderme. Incluso tanto que me comprendes demasiado. Adoro tu sencillez pero me asusta tu complejidad. Temo las letras pero las amo. Temo las artes pero me fascinan. Le temo a Bécquer, a Cortázar, a Bukowski. Les tengo miedo a los genios, a los que poseen un don. Pero los envidio. Me asusta el no poder comprenderles. Temo las dobles direcciones, pero me gustan por partida doble. Temo los recuerdos, pero formo parte de ellos. Tengo miedo de las falsas apariencias, pero soy también una de ellas.
Me asusta el paso del tiempo, el desaprovechamiento de este. Miedo a no ser feliz. Que el propio miedo impide, que él mismo araña por dentro. Miedo al futuro, matándome la incertidumbre. Al pasado, temiendo que los recuerdos me secuestren. Al presente, corriendo para que no se me escape. Miedo a ser del pelotón, de los hipnotizados, de los ciegos que dejaron robarse sus días. Miedo de no llegar a lo que aspiro.
De llegar tarde a las metas. Llegar al puerto cuando el barco ya ha partido. Miedo de no llegar a vivir como quisiera, de verme en las últimas y decir “me dejo algo por el camino".

domingo, 10 de octubre de 2010

Hi ha poques coses tant poderoses com el silenci. Sovint, el silenci parla. Contradictòriament, parla sovint més que moltes de les paraules, que tan sols xiuxiuegen. Parla a les fosques, d’amagat, en la llunyania. Es capaç de crear por, esperança, desesperança, recança i rancor. Es capaç de delatar-nos, de despullar-nos, de desarmar-nos tant sols acompanyat d’una mirada. Capaç de transportar-se en el temps, d’alterar-nos els sentits. Capaç de moure’s en l’espai dolçament o agressivament, àgilment creuant mirades, passant sota les escletxes de les portes, sota les escletxes dels records o de les ferides tendres encara. Parlant una llengua pròpia, que pocs coneixen i pocs valoren. Sovint t’arracona, et sentencia o inclús t’arriba a inundar de solitud. De la mateixa forma que t’aïlla, t’allibera o et comprèn quan ho necessites, millor que qualsevol de les paraules pronunciables.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Viva la lluvia, el rebotar de sus gotas en mis botas, el mojarte de nuevas sensaciones. El olor a Barcelona mojada, a pasados otoños, a fango dónde crecen flores. El ver cómo el verano se queda atrás, agotado, exhausto y exprimido mientras el otoño te espera, ardoroso, eufórico y con pasión a la vuelta de la esquina. ¡Buenos días sábado!

martes, 3 de agosto de 2010

Mancharme de pintura al escribir anónima poesía en las calles de diferentes ciudades del mundo fue siempre uno de mis grandes sueños. Creo que aún lo es. Me hubiera gustado saber cantar, saber bailar, tocar un instrumento o hacer poesías de aquellas que tienen forma de columna, que riman en la última sílaba y que tienen nombres cómo soneto y palabras por el estilo. Al no ser un genio, tengo que conformarme con saber escribir, a medias, frases con algún sentido y con algún fondo que con suerte llegue a algunos. Acostumbran a ser abstractas, retorcidas, subjetivas. Pero hoy mi bolígrafo fluye sin dejarme casi pensar cuál será la siguiente palabra. Creo que solo estoy haciendo una sencilla declaración de principios en esta hoja de borradores, reutilizada y ya ocupada en sus esquinas por frases tontas de algún autor poco conocido o de alguna canción que por casualidad sonó en algún momento unos días atrás.
Aunque sin sueño, estoy cansada, me estoy manchando las manos de tinta y de escupitajos que me salen en forma de palabras. Tengo preocupaciones y problemas, pero me da igual. Estoy bien así, ahora mismo. Necesito justamente esto. Esto. Y sinceramente me da igual si luego vas a leerlo o no. En lo que pienso ahora mismo es en escribir aquello que yo quiero escribir. No se siquiera si llegaré a releerlo ni yo misma.

Mi gato me mira desafiante y a la vez seductor desde la cama. Y tengo menos miedo de mirarle que a ti. Sabes que contigo no soy capaz. No es nuevo que las baldosas de tu salón atraigan más mi mirada que tus ojos. Pues encuentro un refugio en ellas, más a menudo que en ti. Y aunque abraces mi cuerpo desnudo sé que en realidad estoy a quilómetros de ti, de esa nube con somier, de esas paredes y puertas de las que lo único que me ha pertenecido, sólo a ratos, han sido sudores y caricias entre susurros y silencios.

En mi habitación se reitera una y otra vez la misma canción. Una voz masculina sale de un cuerpo que a su vez baila con las manos, con delicadeza y fuerza por el escenario de las teclas de un piano, en la esquina de un bar a medianoche. La letra esta escrita en ingles y entiendo de ella tan sólo cuatro palabras, pero no me hace falta más. Supongo que contigo era igual. Solo comprendí de ti una pequeña parte, en su momento me gustó lo misterioso de todo lo demás. Al menos, ahora y aquí, esta música me transporta algo más allá de estas cuatro paredes en las que se hace difícil pensar, en el umbral de este escritorio desordenado hecho con esta madera prefabricada, tan prefabricada cómo los versos que eran para ti y que, como ves, olvidé cómo escribir.

Sé pocas cosas, pero las pocas que sé las tengo bien claras y bien atadas a mí. Sé con certeza que ni el mejor de los ladrones podría robarme mis principios. Tan sólo intento transmitir eso poco que sé con esas pocas palabras que conozco. De acuerdo, no tengo diamantes entre oro. Pero tengo algo así cómo oro entre fango. Y prefiero una austera casita enfrente del mar, que un océano entero donde naufragar.
Me gustaría ahora mismo estar contando historias inventadas, ficciones, haciendo relucir sombras, destapando los entresijos de mirarte entre las sábanas, de las nocturnas vistas, de los callejones serpenteados de aquella Barcelona inventada a medias, en la que nos permitimos soñar.

Últimamente, antes de acostarme pienso en todo aquello que me gustaría cambiar. Y me asusto al pensar que serían demasiadas cosas. Y soy tan cobarde que me veo incapaz. Hablo con aquél chico al que un día besé en exceso y otro día en escasez y advierto que desde lejos, pasada la tormenta, todo es de otro color. Comparto cuatro palabras, que me saben a miles, con aquél al que ahora me gustaría besar, y me doy cuenta que pocas cosas me llenan. Y que las que lo hacen, lo hacen de verdad.
Me sobran ramos de rosas espectaculares, camas ajenas, besos de cristal. Y me faltan flores solitarias casi marchitas, caricias desde el pupitre contiguo y, en papeles cuadriculados de libreta, poemas de verdad.
Abro mis maletas y veo tantas cosas innecesarias… que sólo cuatro de ellas son las que necesitaría para vivir de verdad. Me miro al espejo, y la chica de enfrente me mira con la mirada pérdida, diciéndome sin palabras que mis ojos no son más que un mar de dudas e incertidumbre dónde se me hace difícil nadar. Tiene los labios cortados y es verano. Quizá no lleguemos nunca a conocernos a nosotros mismos. Tanto hablar sobre los demás, pensar en amar a los demás, insultar los defectos de los demás… y aún no sabemos nada de nosotros mismos.

No sé, quizá últimamente poco me inspira y me limito a observar y escuchar, sin pensar.
Supongo que los versos, ya volverán. Y no pido tampoco que vuelvan contigo. No, cariño, sólo pido que regresen, acompañados o no. Sea lo que sea, seguro que ya volverá. Aunque no sea hoy, con estas notas tocadas con delicadeza cómo incienso, de fondo. Ni en esta habitación, pisando las cenizas de los sueños incumplidos. Entre el eco de los que quizá si fueron cumplidos, de aquellos que escribimos hace mucho en papeles de servilleta, perdidos en algun bar.

4.34 am. Miércoles 4 de agosto de 2010.

Tren de media distancia.


Me gustan los largos viajes en tren. En ellos pensar es fácil. Inevitable quizá. Hemos perdido el autobús y hemos esperado tres horas para estar sentados en este vagón que nos lleva de vuelta a casa. Pero me gusta. Me siento bien porque hemos tomado un par de cafés, hemos fumado el mismo tabaco, del mismo modo en que hemos crecido pisando el mismo parquet, y hemos hablado del gran tesoro que compartimos; nuestra forma de ver la vida.
Y ahora, yo escribo estas líneas tras el billete de autobús con el que vinimos mientras mi hermano lee un libro sentado enfrente de mí. Pasamos pueblo por pueblo y segundo a segundo por esta vida que ambos sabemos cómo vivir.
Y aún estando refugiados de una lluvia que cae furiosa a centímetros, teniendo horas por delante hasta llegar a casa, sentados en un tren que exagera con el aire acondicionado y que va con retraso, ambos sabemos que tenemos suerte. Y que, aún así, sin duda vamos a disfrutar del trayecto en este tren de media distancia mientras observamos por la ventana cómo por cada kilómetro de mas, el sol ilumina un poco menos. Sabiendo que el verdadero viaje que vamos a disfrutar será el de la larga distancia que aún por delante nos queda.

Tren con destino Barcelona,
2 de agosto de 2010.

martes, 20 de julio de 2010

Sombreros que vuelan. Mojitos de día. Un mar que susurra. Orillas que mojan los pies. Moreno pasajero. Sonrisas de prestado. Miradas en un viejo vagón. Música de fondo. Tus cartas y las mías, aún por jugar. Brisa marinera. Sol en la cara. Arena en los bolsillos. Silencios que hablan. Palabras que no escucho. Trenes que marchan. Sensaciones que vuelven. Nuevos horizontes. Las autopistas del presente. Los caros peajes del pasado. Cafés con hielo. Patatas bravas. Frases a medias. Pelis antiguas. Casas ajenas. Barcelona a nuestros pies. Nosotros, el cielo. Tabaco liado. El eco de un piano. Cosquillas en la barriga. Pintalabios rojo. Viajes improvisados. Abrazos de porcelana. Amaneceres desolados. Tequilas sin rumbo. Tus sueños, a medias. Los míos en tus ojos. Tus manos, calladas, buscando las mías de reojo.

domingo, 18 de julio de 2010

Tenía miles de cosas en su presente, creando aquella utopía que siempre soñó en sus paseos por las calles de lo que era hoy la ciudad olvidada; las ruinas de su pasado. Sólo ahora advertía que en el momento de diseñar sus sueños olvidó por completo las cuatro cosas más importantes. Y ahora, como el peor de los males, la incertidumbre sobre su vida la cegaba, dañando hasta las entrañas su vulnerable mirada infantil…

sábado, 26 de junio de 2010

Tus noches de enero se convirtieron amargas porque no supiste encontrar el edulcorante adecuado. Tus despertares comenzaron a ser desagradables e interrumpidos sólo por el despertador. Tus pelos dejaron de ponerse de punta tras una caricia. Ya no bailas el jazz del tocadiscos del salón. Ahora sólo dejas que las notas desfilen por el aire, ignorándolas. Dejándolas salir por la ventana, sin impedir que el viento se las lleve por delante. En otros tiempos los días de lluvia te calzabas las botas altas y te vestías con aquél abrigo largo rojo pasión. Desnuda de miedos y sombras, desafiando al mundo. Ahora sales a esconderte y camuflarte con la ciudad bajo el paraguas gris. Te estás dejando ir, lo noto. Tus colores se van. Ya no subes al escenario a bailar. Sin pudores ni prejuicios cómo antes hacías. Te limitas a esconderte entre la multitud del público y aplaudir. Cuando ellos dicen que toca aplaudir. Inmóvil, mirando cómo los colores de los trajes desfilan de un lado al otro, delante de tus ojos miopes de la verdadera vida. Ya no ves los músculos tensos de las piernas. Ya no te fijas en cada movimiento de sus trabajados cuerpos, ni en aquella gota de sudor que resbala, ajena y lentamente por la frente de la bailarina que viste de verde. Ni siquiera te has fijado en su verde esperanza. La gota cae, y silenciosa salpica de sueños cumplidos el parquet de un teatro donde precisamente escasean los sueños. Ya no brillan tus ojos al cantar. Ya no tienes aquél caminar libre. Tu perfume interior cada vez huele menos. Ya no acomodas libremente tu cabeza en mi hombro al abrazar. Y tus sueños se van yendo…porque sólo están a gusto con el soñador que antes eras. Ya no quieres volar por el cielo de la vida. Dime, ¿quién te ha cortado las alas? Ya no brillas. Te vas apagando... y me preocupa que pueda encontrarte una tarde caminando indiferente. Temo que dentro de poco sepas sólo respirar. Temo que te camufles. Cómo ellos, monótonos, rutinarios y muertos. Entre el gris estas calles tan llenas de esqueletos y tan vacías de vivos. Entre la gama de sombras de esta utopía artificial.

sábado, 19 de junio de 2010

Algo así cómo los versos que jamás te he escrito. El inicio de los sueños que aún no hemos cumplido.
Puede que no sufra tu olvido, ¿cómo sufrir aquello que no se ha vivido? ¿Cómo olvidar aquello que sí se ha sufrido? Puede que no sean cadenas lo que te ate al destino. Ni cuerdas, ni hilos. Sino hierros que pesan a cualquiera. Pesas que duelen de veras.

Por poder, puede que las flores no crezcan si no es primavera, que el mar sea dulce y yo no lo sepa, que en Marte no llueva porque allí no haya penas.
Puede, incluso, que tan solo en tus versos me quieras. Que los cuatro días en que dices que te olvido, sean los pocos vividos de veras, sean los cuatro versos que ya no te escribo, sean los cuatro besos que ya no nos quedan.

Puede que disfrutes mi ausencia sólo cuándo el sol se marcha. Que aunque efímera sea la noche, rápido aborrezcas la tenue esperanza que en mi presencia, un faro a lo lejos dibuja. La breve luz que parpadea dudando. Luz que se apaga si ya no sonríes. Que sólo se ilumina si el viento no se nos lleva.
Puede que el recuerdo merezca lágrimas saladas, que lo verdadero venga mañana, que lo anterior sea sólo agua pasada. Aunque del fuego que fuimos seamos hoy solo cenizas, te diré que las dudas no siempre fueron dudas. Que tu poesía aún hipnotiza.

Quizá ni siquiera esto tenga sentido, puede que lo mejor sea borrar aquello escrito. Gritar al vacío que nos deje esconder nuestros corazones dolidos, hechos de la misma materia que el mismo. Ahogar las palabras, escapar al olvido. Mentirte y decirte al oído que, desde aquí, aún no consigo oír tus latidos.
Escribiendo los versos que ya no te escribo. Los sueños en que ya no te sueño. Los días en que ya no te respiro.

lunes, 17 de mayo de 2010


Desnúdate. Quítate hasta la piel y dime de qué tienes miedo. Por que tienes frío. Qué demonios te persiguen para que siempre estés huyendo… Preséntame a aquél que te colorea los días tan grises, le dejaré un par de cosas claras. Y enséñame qué es lo que te está comiendo el corazón. Dime, solo entonces, porque estas tan triste. Y luego, si quieres, abrígate de nuevo con tu fría piel tras la que te escondes. Sí, así, camúflate cómo siempre has hecho y haz cómo si nada pasara....

viernes, 7 de mayo de 2010


Despiértame cuando no pueda ser más niña, cuando el mundo lo gobiernen otros, cuando el corazón del rico no sea el más pobre. Despiértame sólo cuando se sonría más todavía, cuando haya más poesía que hipocresía....

lunes, 15 de marzo de 2010

Que el azúcar no es dulce si no hay amargo que endulzar. Que la música no es música si no te paras a escuchar. Y que los cambios, no son cambios, si tú no decides cambiar.

martes, 23 de febrero de 2010

martes, 2 de febrero de 2010

Lo malo son los recuerdos. El morder manzanas por ya no tener tus labios. Lo feo es la tristeza, las lagrimas calladas. Lo caro es el vendaje para esas heridas, que no venden en farmacias. Lo duro es el drogarte con fragmentos del pasado. Lo difícil es verte, de golpe, en el perfume de otro en el metro. Lo raro es sentirte cerca estando lejos. Y lo triste, lo más triste, es reconocer que un día fue todo lo contrario

lunes, 1 de febrero de 2010


Una anónima en este mundo aún más loco que ella. Que antes de marcharse para siempre, vuelve a mirar atrás. Por miedo a descuidarse algo. Por miedo de no volver a ver jamás aquello que acaba de ver, o porque sabe que eso, sea lo que sea, nunca se repetirá en el mismo momento, sitio o de la misma forma en que acaba de suceder. Por miedo de no tener una imagen, un olor o un sonido que recordar. Para tener siempre recuerdos en la despensa. Y que no se agoten. Y que no caduquen. Para poder sonreír también después, aunque no sea de la misma forma. Pero sonreír, al fin y al cabo.

...
Una anònima en aquest món més boig que ella. Que abans de marxar per sempre, torna a mirar enrere. Per por a descuidar-se quelcom. Per por de no tornar a veure mai més allò que acaba de veure, o perquè sap que allò, sigui el que sigui, mai es repetira en el mateix moment, lloc o de la mateixa forma en que acaba de succeir. Per por de no tenir una imatge, una olor o un só que recordar. Per tenir sempre records al rebost. I que no s'esgotin. I que no caduquin. Per poder somriure també després, encara que no sigui de la mateixa forma. Peró somriure, si més no.

martes, 19 de enero de 2010

Recordo alguns anònims, animes i rostres amagats sota els paraigües, caminant amb un rumb tan sols aparent. Recordo una pluja freda, un cel amb el cor trencat. Recordo aclucar els ulls per inèrcia, anhelant veure-hi millor entre aquella trista gama de grisos d’aquarel.la. Recordo, doncs, entreveure al final del carreró el perfil d'una esperança perduda temps enrere, maltractada, arrupida i avergonyida. Abandonada, camuflada entre la semi obscuritat d'aquell carreró tant perdut com ella. Recordo que el carrer era vell, que la seva corrent d'aire respirava fort i els seus claveguerams tossien. Les teulades també ploraven. Recordo uns bassals tant arrebotits que encara avui m'esquitxen els records a fracassar en l’intent d’esquivar-los...

jueves, 7 de enero de 2010

Pobre aquél que miente, aquél que cree en la suerte. Rico aquél que ríe, aquél que llora, aquél que se come la miel del presente.