sábado, 26 de junio de 2010

Tus noches de enero se convirtieron amargas porque no supiste encontrar el edulcorante adecuado. Tus despertares comenzaron a ser desagradables e interrumpidos sólo por el despertador. Tus pelos dejaron de ponerse de punta tras una caricia. Ya no bailas el jazz del tocadiscos del salón. Ahora sólo dejas que las notas desfilen por el aire, ignorándolas. Dejándolas salir por la ventana, sin impedir que el viento se las lleve por delante. En otros tiempos los días de lluvia te calzabas las botas altas y te vestías con aquél abrigo largo rojo pasión. Desnuda de miedos y sombras, desafiando al mundo. Ahora sales a esconderte y camuflarte con la ciudad bajo el paraguas gris. Te estás dejando ir, lo noto. Tus colores se van. Ya no subes al escenario a bailar. Sin pudores ni prejuicios cómo antes hacías. Te limitas a esconderte entre la multitud del público y aplaudir. Cuando ellos dicen que toca aplaudir. Inmóvil, mirando cómo los colores de los trajes desfilan de un lado al otro, delante de tus ojos miopes de la verdadera vida. Ya no ves los músculos tensos de las piernas. Ya no te fijas en cada movimiento de sus trabajados cuerpos, ni en aquella gota de sudor que resbala, ajena y lentamente por la frente de la bailarina que viste de verde. Ni siquiera te has fijado en su verde esperanza. La gota cae, y silenciosa salpica de sueños cumplidos el parquet de un teatro donde precisamente escasean los sueños. Ya no brillan tus ojos al cantar. Ya no tienes aquél caminar libre. Tu perfume interior cada vez huele menos. Ya no acomodas libremente tu cabeza en mi hombro al abrazar. Y tus sueños se van yendo…porque sólo están a gusto con el soñador que antes eras. Ya no quieres volar por el cielo de la vida. Dime, ¿quién te ha cortado las alas? Ya no brillas. Te vas apagando... y me preocupa que pueda encontrarte una tarde caminando indiferente. Temo que dentro de poco sepas sólo respirar. Temo que te camufles. Cómo ellos, monótonos, rutinarios y muertos. Entre el gris estas calles tan llenas de esqueletos y tan vacías de vivos. Entre la gama de sombras de esta utopía artificial.

sábado, 19 de junio de 2010

Algo así cómo los versos que jamás te he escrito. El inicio de los sueños que aún no hemos cumplido.
Puede que no sufra tu olvido, ¿cómo sufrir aquello que no se ha vivido? ¿Cómo olvidar aquello que sí se ha sufrido? Puede que no sean cadenas lo que te ate al destino. Ni cuerdas, ni hilos. Sino hierros que pesan a cualquiera. Pesas que duelen de veras.

Por poder, puede que las flores no crezcan si no es primavera, que el mar sea dulce y yo no lo sepa, que en Marte no llueva porque allí no haya penas.
Puede, incluso, que tan solo en tus versos me quieras. Que los cuatro días en que dices que te olvido, sean los pocos vividos de veras, sean los cuatro versos que ya no te escribo, sean los cuatro besos que ya no nos quedan.

Puede que disfrutes mi ausencia sólo cuándo el sol se marcha. Que aunque efímera sea la noche, rápido aborrezcas la tenue esperanza que en mi presencia, un faro a lo lejos dibuja. La breve luz que parpadea dudando. Luz que se apaga si ya no sonríes. Que sólo se ilumina si el viento no se nos lleva.
Puede que el recuerdo merezca lágrimas saladas, que lo verdadero venga mañana, que lo anterior sea sólo agua pasada. Aunque del fuego que fuimos seamos hoy solo cenizas, te diré que las dudas no siempre fueron dudas. Que tu poesía aún hipnotiza.

Quizá ni siquiera esto tenga sentido, puede que lo mejor sea borrar aquello escrito. Gritar al vacío que nos deje esconder nuestros corazones dolidos, hechos de la misma materia que el mismo. Ahogar las palabras, escapar al olvido. Mentirte y decirte al oído que, desde aquí, aún no consigo oír tus latidos.
Escribiendo los versos que ya no te escribo. Los sueños en que ya no te sueño. Los días en que ya no te respiro.