lunes, 28 de septiembre de 2009

Extremos que se acarician.

Yo paso de las películas con argumentos raros pero soy protagonista en uno de ellos. Y lo peor es que no puedo evitarlo. O no quiero, incluso peor aún. No me dejaron escoger al director, y menos aún al otro protagonista. Y si dependiera de mí, el guionista ya estaría en la calle. Pero según tú nos podríamos llevar un premio igualmente. Las cosas son como son. Puede que últimamente incluso medio ebria diga cosas mas ciertas que nunca. No es que vaya mintiendo cuando no lo estoy, sino que me escondo las verdades, ¿no, querido? Buscando un beso. Que, como siempre, acabas encontrando. Seré complicada, pero no difícil. Y menos aún tonta. Quizá por desgracia. Tienes razón, te odio sobretodo cuando tus labios se acercan a los míos. Rechazo. Pero luego nerviosismo y resignación. Y consigues engañarme. Y sabias que lo conseguirías. Cabrón. Aún así, ni lo sabes todo, ni lo eres todo. Pero te da igual, incluso que te odie. Y sabes porqué. No hace falta ser muy listo, no? Y precisamente la ausencia de inteligencia no es lo que te caracteriza. De acuerdo, me cambiaré las lentillas. Pero no creo que así cambie la realidad. Porque, como tu dices, ésta siempre es la misma. Dices que la filosofía nos engaña. Que sepas que la tuya también. Ya no me creo nada. Y tu de mi tampoco. ¿Querías un beso? Aquí lo tienes. No mentiré, yo también los anhelaba. Y las excusas no eran mas que el escondite del querer olvidarte. Dices que soy diferente. Vete a saber a cuantas les diras lo mismo. ¿Que te ago pensar? ojalá sea cierto. ¿que sabes todo lo que pienso? Ahí te has pasado. Abril tiritaba de frío y de miedo porque lo teníamos olvidado. Pero si aquellas que tienen la inteligencia enterrada bajo tierra nos escupen, será por algo. Quizá no les guste nuestro papel ante tal argumento. Les diremos que compren palomitas y se acomoden en la butaca de la noche. Que conecten el contestador y disfruten de la sesión de cine. ¿Qué no les gusta la película? Pues que se jodan, a mi tampoco me gusta. Y menos aún el quererte y a la vez odiarte.
Hay soles que brillan cada día, del mismo modo que hay lunas que unas noches crecen y otras decrecen. Pues puede que en el amor sea igual. Aunque hay amores que no son efímeros, tampoco son eternos. Y aunque no sean eternos, son casi imposibles de olvidar. He dicho casi. Porque luego ya depende de si nosotros decidimos colocar las nubes delante porque no aceptamos que esa luz brille cada día. Y sabes que saldrá cada mañana. Por eso te encierras, te torturas a ti mismo porque no le puedes olvidar. Es el recuerdo de algún querer lejano. Que forma parte del pasado pero no quiere dejarse caer en el pozo del olvido. Todos los recuerdos de un amor luchan por sobrevivir. Una lucha constante mas poderosa que tu. Y solo algunas personas son capaces de convertir aquellos soles en lunas. Luego esas lunas crecen, y decrecen. Y vuelven a crecer y a decrecer. Una lucha constante. Hasta una noche lo consigues. Aquella luna decrece del todo. Eso es lo que yo llamo olvidar un amor. ¿Prefieres colocar nubes delante de él cada mañana para no cegarte con la luz de aquel recuerdo? ¿Que eres, de los que olvidan pero no perdonan? La ignorancia no es lo mío. Y, el ser conformista, tampoco. Por eso lucho. Y sufro. Sufro para no sufrir mas tarde. Eso, eso es olvidar. Olvidar y comenzar de nuevo. Comenzar de nuevo viviendo para ti, solo para ti. Hasta que aparezca un nuevo sol que, a la vez que brille, te dé algo de calor.
Ya pasee por las desiertas calles de mi mundo y me di cuenta de que muchos iban perdidos. Pocos sabíamos exactamente a hacia donde se movían nuestros pies. Hacia donde se dirigian nuestros pasos y hacia dónde se aventuraban nuestras huellas. Aún así, habia un problema; ese no era nuestro sitio. Se nos quedaba a veces demasiado pequeño y a veces demasiado grande. Quizá ese extraño mundo no estaba hecho a nuestra medida…

Frágiles palabras.

Frágiles palabras que quizá no dicen nada. Para algunos solo sonidos. Solo dígitos. Por desgracia solo pocos hablan la lengua de las palabras. Pobres vagabundas en un mundo que la mayoría ignora. Mas pobres todavía cuando algunos no las respetan. Pero mas respetadas aún cuando algunos pobres las comprendemos. Y decidme, palabras; ¿que voy a hacer con esos recuerdos que ya no quiero? Yo les digo que se vayan pero no me hacen caso... Basta. Decidles que son agua pasada. Yo he cambiado y ellos no, por eso no me comprenden. Ya no encajan aquí, este no es su sitio. Diles que se esfumen en el tiempo de una maldita vez. Ahora las tengo a ellas y, a veces, tan solo con eso me basta.

jueves, 10 de septiembre de 2009


Aunque parezca que el cielo se vaya a derrumbar, puede que el sol aún permanezca detrás de las nubes. Al fin y al cabo la vida no siempre es mala, no siempre da palizas. Quizás mas tarde, ya pasada la tormenta, descubrimos que en realidad la lluvia que mojaba era dulce. Agua dulce, cariñosa. Como los enfados de mamá. Puede ser que la solución a la enigmática ecuación de la vida sea dejar las preguntas a un lado. Si mas no, ahogarnos en retoricas. Dejar que tu mente esté de vacaciones hasta la eternidad. Porque a veces en la propia ignorancia se esconde la felicidad. Pero hay que saber escojer. No todo es malo, pero no todo es bueno. Soy una persona tan extremista como de grises, y reconozco que he metido la pata muchas veces.Pero pocas veces en lo mismo. Tambien hay que dejarse enseñar.Pensarse las cosas dos veces, del mismo modo que hay que vivir el momento e improvisar. Una cosa no quita la otra. Porque un dia te das cuenta de que vives en un mundo egoísta, difícil de recorrer para algunos. Facil de ignorar para muchos. Dificil de advertir para unos pocos. Y entonces es cuando te sientes orgulloso de ver el mundo desde tus ojos y de recorrerlo en tus propios zapatos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Nàufrags, en un silenci sublim i sepulcral. En un mar de dubtes massa dolç. Ànimes a qui el do de témer no sel’s ha concedit. Un joc de taula on no hi ha guanyador, i alhora el parador d’aquest es coneix des de un bon principi. On el que conta son els moviments, les jugades, evitant un final i disfrutant d’una partida sempre inacabada. Perque ara la vida, encara està pensant la seva jugada. Es el seu torn. Tanca els ulls, respira. Deixa’t portar on ella vulgui. Perque despres, ets tu qui mou les fitxes. Buscant sempre una efimera victoria...
Quiero serte una necesidad. Aunque de mentirte se trate, aunque rehuírte convenga. Dejarte sin aliento, ser imán y energía. Quiero acabar siendo una pesadilla de tanto que soñaste conmigo. Que valores incluso mi silencio, incluso un susurro, incluso una palabra escondida. Que si olieras mi perfume, desearas tenerme. Donde sea y cuando sea. No importa… ya lo sabes. Que te dejaras la piel por hacerme sonreír si me vieras derramar una sola e insignificante lágrima. Que me mires, y mirarte y desarmarte con mi respuesta. Sin frases, sin palabras. Porque ya sabes que, a nosotros, no nos hacen falta. Que se las queden otros, nosotros ya no estamos hechos para eso, ¿verdad? Ya me cansé de buscarte por tu extraño mundo. Porque tus calles ya me las sé de memoria de tanto anhelarte mientras que tú, ni siquiera sabes si en mi mundo hay una con tu nombre. Pues si, si que la hay pero el cartel que lo indica está medio caído y es tan solo provisional. Porque significaste algo como para merecerlo, pero nunca susurraste que esta vez te quedabas para siempre. Que mas da, no? Si en el fondo nunca me deseaste. Ni siquiera anhelaste mis besos, porque ya los tuviste cuando los pedías. Y ahora, a mi corazón se le van acabando las pilas. Y quizá mi linterna de la esperanza empieza a parpadear, dudando de aquello que un día quisimos ser. De aquel futuro que deseábamos deseosos en nuestro papel de ilusos espectadores. Hoy quiero ser otro mundo contigo, otros días, otros recuerdos. Porque ya tuvimos nuestro momento y quizá no lo aprovechaste. O lo desaproveché. O desaprovechamos, quién sabe. O quién sabe si lo sabes. Es curioso, las cosas han cambiado. Ahora corro, porque se me van los sueños, porque me vacila el tiempo. No pienso perder ningún tren, pasarme de parada, ni descarrilarme. Que me invada la luz. Que me perfume el tiempo. Que nos guíe el reloj. No pienso pasar por la vida como si nada. Ni coger solo lo que se me ofrece, ni aprender solo lo que me enseñan. Ahora piso tierra firme y dejé las nubes para otras, los sueños para otros. Las flores para primavera y los deseos para invierno. Ahora solo soy una falsa soñadora en un mar de falsos sueños. Ahora solo quiero que seas tu el que deba escoger la correcta corriente. Que seas tu el que llore por quererme. Que seas tú, el que ahora deba enamorarme.

Dos pisos más abajo, en la calle, Jaime levantó la cabeza ante el bloque de pisos que tanto conocía. El color crudo de la fachada no había cambiado. La enredadera de la vecina del primer piso seguía igual de tupida. Incluso reconoció las cortinas de sus ventanas y se le hizo raro no abrir con sus propias llaves. Saludó al portero, compartió unas breves palabras con él y llamó al ascensor. Mientras este acudía a su llamada, pudo comprobar como ahora alguien sí se molestaba en regar las plantas del recibidor. Sonrío para sus adentros. El ascensor bajo y abrió las puertas, como aquel viejo amigo que te abre los brazos, después de mucho tiempo sin verle, para darte un abrazo que olvida todo aquello malo que pudo ocurrir entre ambos. Se miró al espejo y se preguntó que era de aquél chico que ella conoció en su día tantísimos años atrás. Cuantas cosas habían cambiado. Luego se centró en lo que debía decirte. Ni idea. No tenía ni idea de cómo decírselo. Improvisar quizá sería una buena opción. De hecho, la única a esas alturas. Frente a la puerta, no pudo evitar sonreír al recordar la cara de alucinación del dependiente de la tienda de felpudos y alfombras ante la infantil discusión que protagonizaron ellos dos. Que recuerdos. Dudó y pulsó el botón. Sonó el timbre. Sobresaltada otra vez- quizá estaba un tanto sensible ese día- fue a abrirle la puerta al hombre que siempre quiso y a las explicaciones que deberían venir con él. (...)Ella, callada. Sin saber que decir. Sin saber qué hacer. Y él se fue, dejándola allí. Inmóvil, incapaz de pronunciar cualquier palabra. Se fue sin atreverse a enfrentar su mirada. No tuvo valor. Con sabor a vino y a la mujer que siempre quiso en los labios, y un sabor amargo en el corazón. ¿Seria ese el sabor de la verdadera tristeza? Fuera, el color negro de la noche más que comenzada asustaba. Quizá fueran los remordimientos los que asustaban. Subió el coche. Primero disfrutó de los segundos en que el acolchado sillón se acomodaba en su cuerpo. O a la inversa, daba lo mismo. Luego arranco el coche rumbo a casa, pisó el acelerador y echó a llorar bajo la luna de una noche estrellada de aquellas que jamás de olvidan.

lunes, 7 de septiembre de 2009

El anhelo de escribir.


Llegó al viejo portal con el paraguas roto y quizá con la esperanza también a pedazos, chorreando toda ella tanto de tristeza como de agua. La tormenta asustaba. Los truenos de esta, que parecía que asomaban sin importancia como simples bostezos, ponían los pelos de punta. De nuevo, se le antojaba la vida algo espesa y pesada, difícil de llevar encima para una persona como ella, frágil y débil. Porque aunque aparentemente siempre fue fuerte, la mayoría de los mortales no habían sentido el vértigo tras asomarse a las profundas grietas de su corazón. Nunca nadie, ni siquiera ella, supo en que momento de su vida su alma se había agrietado. Ella sostenía la hipótesis de que siempre fue así. Que el único problema era que aun no había encontrado nada con que repararlas.

Al entrar, dejó las botas en el recibidor y tiró el paraguas a la basura. Ignoró por completo el espejo del pasillo. No tenia ganas de ver a su otra "yo". Con su misma cara de mala ostia, su mismo pelo encrespado y sus mismas raíces negras que pedían a gritos una visita urgente a la peluquería desde hace semanas. Nada mas entrar en su estudio vio las hojas en blanco en la maquina de escribir e hizo instintivamente una mueca que tan solo podía interpretarse como la mas sincera desgana ante tal escena. Le hubiera gustado no pensar mas en ello y relajarse en esa esa maldita tarde-noche gris. Pero fracasó en el intento.

¿A dónde demonios habrían ido sus palabras? Hubo una época en que eran su mejor compañía. Siempre andaban por allí, correteando por el pasillo, entre las plantas. Algunas felices y otras no tanto, pero estaban allí. Unas mas fieles y otras quizá no demasiado. Pero estuvieron allí. ¿Y ahora? Ahora se sentía una amargada escritora con anhelos ya no de publicar, sino de escribir aunque fueran sus penas. Se sintió analfabeta por momentos. Luego se dio cuenta de que aquella era la mas grande tontería que se le había antojado por su desordenada mente en semanas. Luego se sintió tonta. Y eso ya no le parecía tan tontería. Se enfrentaba a una hoja en blanco y ni siquiera era capaz de escribir un solo párrafo con sentido. Ya no pedía algo con que saciar el exigente paladar y el hambriento apetito de cualquiera de sus lectores. Pedía tan solo saciar su ansia. Saciar su desaparición ante su sensación de estar perdiendo aquél "don" que todos los mayores le dijeron que tenía cuando su época del acné. Saciar las tremendas ganas que le abordaban de pronto de escribir.

Encendió un cigarrillo que se fumó en el balcón de la habitación. Despacio. Disfrutando cada calada y sacando el humo lentamente, sin prisas. Lo mas despacio posible, sumergida en aquella habitual tortura para sus pulmones. Seguía lloviendo, y parecía que lo haría durante horas.

De pronto, entre el contraste del humo y la luz de las farolas, vio algo extraño. Luego notó en sus pies descalzos como una especie de hormiga que le pasaba por encima. "Lo que me faltaba, una maldita invasión de mosquitos!" pensó. Pero luego las reconoció. Y sonrió para sus adentros. Quizá incluso no pudo contener reírse de verdad. Que todos la oyeran. Hacia tiempo que no las veía pero pudo perfectamente reconocerlas. Una larga hilera de palabras flotaban en el aire y por el suelo del balcón, y se dirigían directamente hacia el estudio. No habían sido invitadas pero ella estaba dispuesta a tratarlas como el mejor de sus huéspedes. Parecía que ya no llovia agua. Llovian palabras. Y seguían, seguían entrando por los ventanales del balcón, una tras la otra. Luego por todas las demás ventanas de la casa. Todas bellas. Como bailando al son de la melodía de aquella noche de lluvia. Y así, ella entra rapida y agilmente, cerrando la puerta tras si. Luego encerrandose en casa. Evitando que se escaparan. Que huyeran. Y ella seguía feliz.

Durante toda la noche, se dejó seducir por ellas. Estubo durante horas sumergida en quién sabe que argumento o que personajes. Daba igual, porque aquella noche escribió para ella. Que mas daban las palabras que usara, sus parrafos, sus frases. Tan solo le importaban a ella, y eso ya era suficiente. Por primera vez escribía sin barreras, sin limitaciones. Escribió con empeño , dedicándose al cien por cien en aquella complicada tarea de escribir para complacerte a ti mismo.
Hubo un momento en que comenzó a sentirse algo mas llena. Comenzó a sentir que quizá cerrar aquellas heridas y reparar aquella grietas, no era del todo imposible. Escribió hasta que se le agotaron las palabras. Hasta que hubo plasmado hasta la ultima línea de sus pensamientos. Hasta que de nuevo, en la vida fragil y debil de aquella escritora, volvió a salir el sol.

domingo, 6 de septiembre de 2009