jueves, 14 de octubre de 2010

Miedos.

Tengo pánico a los baches, a los altibajos. A las crisis. Les temo a la soledad y a las matemáticas de la vida. Tengo miedo a los horarios, a la vida estructurada y planificada. A una embriagadora rutina o a un monótono día a día. Temo al chocolate negro pero no soy ni mucho menos racista. Temo a quien se esconde bajo su paraguas pero no a la lluvia. Le tengo miedo al abrupto mar pero no a la costa. A las profundidades de cualquier superficie. Temo lo desconocido, pero me despierta curiosidad. Incluso a lo conocido, por no saber nunca si conozco lo suficiente de ello. O demasiado, o quizá demasiado poco. Una bochornosa mezcla de sensaciones.
Tengo pánico a las distancias, y aún más a las despedidas. Temo las discusiones, las rupturas. Las heridas mal curadas y la falta de remedios. Soy precavida y prudente hasta la exageración, y me asusta lo que eso me consume. Siempre tengo un segundo plan, una excusa, una carta escondida. Temo los extremos, cerca del abismo. Siendo cobarde, prefiero lo estable. Siendo valiente, lo improvisado. Me da miedo nuestra generación. La ignorancia. El sentirme vulnerable, el sentirme incluida en ella.
Me asusta el poder de las palabras, pues descubrí que pueden ser flores pero tambien puñales sus espinas. Temo lo sospechoso, los secretos. Pero amo los susurros, las confesiones al oído, las complicidades y los guiños. No temo las lagrimas, pero si los sollozos. Te temo. Temo tu fugacidad y a la vez tu espera. Temo tu pensamiento, tus planes, tus jugadas. Porque me superas tanto que no llegas a comprenderme. Incluso tanto que me comprendes demasiado. Adoro tu sencillez pero me asusta tu complejidad. Temo las letras pero las amo. Temo las artes pero me fascinan. Le temo a Bécquer, a Cortázar, a Bukowski. Les tengo miedo a los genios, a los que poseen un don. Pero los envidio. Me asusta el no poder comprenderles. Temo las dobles direcciones, pero me gustan por partida doble. Temo los recuerdos, pero formo parte de ellos. Tengo miedo de las falsas apariencias, pero soy también una de ellas.
Me asusta el paso del tiempo, el desaprovechamiento de este. Miedo a no ser feliz. Que el propio miedo impide, que él mismo araña por dentro. Miedo al futuro, matándome la incertidumbre. Al pasado, temiendo que los recuerdos me secuestren. Al presente, corriendo para que no se me escape. Miedo a ser del pelotón, de los hipnotizados, de los ciegos que dejaron robarse sus días. Miedo de no llegar a lo que aspiro.
De llegar tarde a las metas. Llegar al puerto cuando el barco ya ha partido. Miedo de no llegar a vivir como quisiera, de verme en las últimas y decir “me dejo algo por el camino".

3 comentarios:

  1. Disculpa que te lo diga así y aquí, pero no he encontrado ninguna dirección de correo: Este texto es muy bueno, sin rodeos inútiles, muy bueno; deberías plantearte dirigir esta sensibilidad hacia la literatura, hacia escribir con regularidad,algo así. De verdad.
    Ya sé que me meto donde no me llaman, pero deberías intentarlo. No te digo que alguien te publique pasado mañana, por supuesto que no, pero que estás en condiciones de hacer cosas interesantes, sí. Lo afirmo.
    En otro orden de cosas, sobre lo que dices: estos miedos tuyos están muy extendidos, lo que no los alivia en absoluto, por desgracia. pero saberlo le quita a uno el complejo de raro, algo que yo agradecí hace unos años.
    Dicen que desprendernos de las expectativas nos libra de los miedos, algo de lo que no acabo de estar muy seguro - ¿ es posible desprenderse de las expectativas, es posible no tener ningún objetivo, ningún deseo de cambio o éxito? Yo creo que no-. Escribir, como ya sabrás, es muy terapéutico.
    Saludos muy cordiales, besos.

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  2. Como dice el señor Jorge Arbenz, yo también temo a todo lo que anteriormente has citado. Lo temo como tú, como él, sin rodeos y sin grandilocuencias. Me dan miedo las cosas puras, y tus palabras parecen recién extraídas de las galerías del siglo XIX. A veces, entristezco por no ser como los demás, felices. En otras ocasiones, me siento dichoso por ser tan diferente a ellos, yo mismo. La verdad es que nunca he visto un mar en calma.

    Por otro lado, de un tiempo a esta parte, temo no poder conocerte nunca; tus escritos me enamoran. Siento que en cada palabra desnudas tus sentimientos y exprimes la realidad. Lo haces con tal alegría que tus letras rezuman aires de paisajes salinos que se desatan tras la cintura de un cielo cada vez mas oscuro, sin salida. Leerte es como encontrar un sol en un día eternamente nublado.

    Cuídate, hasta pronto.

    http://esquinastiempo.blogspot.com/

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