martes, 26 de junio de 2012

Nada más nos importa


La luz del faro nos guía hasta la próxima vez que nos reencontremos en el mismo lugar. El horizonte se desdibuja, como siempre. El oleaje crepuscular perfila un paseo serpenteante hasta casa. Acaba (de empezar).

Nada más importa. No hay nada más allá de tu forma de hacer pompas de jabón, y de cómo yo descubro que rebotan en el agua, que temen morir siendo parte de la masa, que anhelan vivir independientes. Fuera del (re)baño. Nada más nos importa. Tus pies reposan en mis hombros, los míos no llegan a los tuyos. Tras el humo, río sola creyéndote un espejismo. Sé que crees que estoy loca. Lo estamos. Y nada más importa.
El cenicero desafía el abismo. Evito que caiga; jamás seremos ceniza. Ahogando nuestros monstruos, fua fácil llenar una bañera de versos. De gamas de verdes infinitos, de adicciones a las persianas entreabiertas. De sombras que parecen telarañas y nos atrapan en esa habitación, donde nos gusta aparentar que contamos estrellas. Filtrando las anodinas almas, las dualidades, los hombres de gris, los domingos (a)típicos. Nada más importa.
Bajo el agua, enloquezco con la idea de ser pez. Se me ocurre una preciosa historia cíclica en que me enamoro de ti cada vez que salgo del agua. Entonces grito “¡¿Quién coño eres?!” “¡¿Que haces desnudo en mi bañera?!”, mientras salpico todas las baldosas de elixir de felicidad. Y éstas parpadean, incrédulas. Enamorarme infinitas veces de ese desconocido que me mira como un niño mientras hace pompas de jabón. Hasta que la eternidad se aburra y nos quedemos sin público, y nada más nos importe. Tres patitos de goma pelean por flotar entre la espuma que nos envuelve. Me pregunto cuántas personas, cuántos de los niños que fuimos deben estar bañándose ahora mismo. Será que aún lo somos. O que hemos vuelto a nacer, o que desearíamos hacerlo. ¿Cuántas baldosas nos estarán envidiando? Intercaladas en rosa y verde pastel, se me asemejan a cientos de pares de ojos espiándonos desde el patio de butacas. Cerramos las cortinas, el telón se cierra. Entre bambalinas, esta es nuestra función. El técnico de luces oscurece el baño, dejando un rayo de luz encima tuyo. Sigues recitando. Yo me sumerjo y los versos se desdibujan. Rima libre, carta en blanco. Nada más nos importa.

Allí donde cada final vuelve a empezar por el principio. El faro nos señala el mismo lugar, que a la vez son muchos lugares distintos. Nada importa si seguimos siendo valientes. Volveremos a empezar en cada final y a acabar en cada principio. Qué más da. Mientras todo sea cíclico; nada más nos importa. 

lunes, 9 de enero de 2012

Ceguera y reflejo de noviembre

en esos azulejos

que se empañan de verdades.

Tus pupilas desgastadas

recorriendo puertas

pasadizos y ventanas

donde encerrarnos

buscando la libertad.

Quiero ser.


Sombra de esos pies

que buscan respuestas

y encuentran preguntas.

Las noches en las que morderte.

Astronauta que recorre la luna,

preguntándose

dónde debe estar el cielo.

Estrella con vértigo

anhelando conocer

algo más que esa oscuridad.

Quiero ser.


Aquel juego de niños

con las normas aún por hacer.

Soñadora empedernida,

tu otra mano izquierda,

copiloto en un paseo

buscando nuevas direcciones.

Atajo.

Salida de emergencia.

Válvula de escape.

Quiero ser.


Forastera infame,

sin mapa,

perdida en tu piel.

La brújula sin norte.

La página en blanco.

La anónima del tren.

Sentada enfrente de ti

para que cierres los ojos

y me leas en braille.

Quiero ser.


La entrecortada luz

de las persianas que envidio;

acariciándote en silencio

mientras te desperezas.

Uno de esos trenes

que iban hacia el norte,

junto a otros locos

con los bolsillos llenos

de cosas por hacer.

Quiero ser.


Parte de ese inventario.

Como ellos,

preguntándose quién son.

Tanteando el avismo

que divide el soñar con el perder.

El viento que nos desdibuja.

Maniobras de escapismo.

Huellas.

Esa esquina, ese cruce

donde todo empieza.

Valiente

quiero ser.