lunes, 25 de abril de 2011

Mientras te fumas el cigarrillo apoyada en la lavadora, porque prefieres eso a dormir junto al de los ronquidos, descubrir que desearías meterte en ella. En la maldita lavadora. Siendo consciente que todos tus vecinos yacen felices o no tanto en sus sueños, que vete tu a saber las miles de historias que suceden ahora mismo en tu edificio, el que parece irse a derrumbar cualquier día por insípido. Desear abrir la pequeña puerta redonda, entrar de un salto, acomodarte y en posición fetal volver a nacer. Volver a nacer. Volver a nacer. Volver a nacer. Empezar de nuevo. De cero. Meterte, lavarte de pies a cabeza. Marearte dando vueltas y vueltas y vueltas y vueltas en el mismo sentido con el mismo ritmo durante horas. Marearte hasta olvidar todo lo anterior. Y salir, chorreando, con el peculiar olor a suavizante aquél del que dicen milagros en la televisión que te gustaría tirar por el balcón, tenderte boca abajo, por lo pies, aprovechando estar chorreando para llorar en silencio porque no sabes quien eres, ni de donde vienes, ni siquiera a donde vas. Confundiéndose tus lágrimas con el agua que notas caer. Pero hueles bien, y aunque estés aún sucia por dentro, hueles bien y eso es lo que importa, ¿no?. No, no lo sabes. Nadie lo sabe. Descolgarte y con los pelos de loca y mojados, ir a la habitación porque sabes que aquél desconocido, el que crees querer, te está esperando para ya sabes bien qué. Y si te pide que se lo hagas otra vez, entonces hacerle una paja mental, y chuparle las entrañas, anhelando descubrir si los pasadizos que esconde realmente valen la pena. Entender que no todo es lo que viste hace un tiempo. Que más allá de la barrera que aparece no se sabe cuando ni dónde, hay algo más. Dónde puedes escribir poemas a oscuras, en sus espaldas, para sentirlos sin verlos y hacer de las palabras lo más efímero que hayas podido imaginar nunca. Y al que te pida que le escribas un poema, hacérselo eterno, infinito, que sus días sean los versos, los meses sean las estrofas y las rimas sean los momentos importantes, aquellos que desestabilizan en todos los sentidos posibles y por haber, pues por todos es sabido que la rutina no te gusta, no te gusta nada, y no buscas la estabilidad emocional porque ni siquiera sabes lo que es. Y entre vuestros días de subidas y bajadas, vivir pasándoos la métrica por dónde os quepa. Porque para vosotros sí existen las rimas, si las veis, las sentís y las vivís. Y mientras vuestro poema os rima a vosotros, en vuestro particular mundo de locos cuál pequeña isla desconocida como un minúsculo punto en un mar infinito que algunos creen navegar, pensar - “que más darán los demás”- mientras miras fijamente la maldita lavadora que no te atreves a abrir por miedo a cambiar, porque incluso así no sabes quien eres, ni de donde vienes, ni siquiera a donde vas.

1 comentario: