Desperté con dos caras de una misma moneda,
Con las balas de un sabio dispuesto a apuntar,
Con la plumas de un cisne que empieza a bailar,
Con las alas de un ángel
Que prefiere volar a llorar.
Discutí con el sol por marcharse tan pronto,
Me emborraché con la luna y le dije "¡no tarde usted en volver!."
Odié al verdugo que me fulminó sin tapujos
y luego le admiré.
Porque solo él pudo desnudarme con palabras,
y con miradas y gestos
conocerme más que yo ante un espejo
de infinitos reflejos
que aún no saben a cual de los dos admirar.
Fui amante,
Fui arrogante,
Grité a aquellos que más susurros merecían,
tuve prisa y miedo al vivir lo importante.
Estudié en la escuela de la vida.
Llegué al mundo puntual
y jamás volví a serlo.
Dije y luego olvidé lo dicho.
Olvidé como decir lo decisivo.
Como decidir lo necesario,
Como necesitar lo prescindible,
Y como prescindir de lo inevitable.
Obvié miles de disculpas,
perdoné pocas promesas manchadas.
De mis bolsillos cayeron trizas
de papeles de libreta
que olvidé ser sueños ajenos.
Pues en un gesto violento
quien sabe si ira
quién sabe si miedo
preferí llenarme
de espléndido ego.
Y aún lucho para ganar
la batalla contra la codicia
y no acabar como aquél
gordo y rebosante de sangre ajena
que tras girar la esquina de la dignidad
y oír una desgarradora súplica escondida en la lluvia
decide no haberlo oído
y haciendo caso omiso
se esconde bajo al paraguas de la falsa fortuna
se mira en un charco
sonríe
y pletórico, arrogante y soberbio,
con desdén e insolencia
grita a un cielo nublado
"¡soy y seré
el maldito rei del mundo!"
Nadie aún sabe
que su vida,
su canturreo y su carantoña
comenzará a quebrar pasado mañana.
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