miércoles, 9 de noviembre de 2011

En mis malos despertares propios de un domingo de ceniza, sólo percibo el olor a alcohol que no sana, el molesto cosquilleo de un remordimiento que se asoma con miedo, la metáfora en el chasquido de anoche durante la caída al vacío de un vaso, tan frágil como mis días, chocándose contra un suelo de metal que se humedeció con aquellos momentos de esplendor que hoy hacen resbalar al presente. Mi memoria proyecta tal rima en cámara lenta, dejando un cruel segundo para respirar en silencio desde las butacas mientras aparecen una a una las grietas del vaso. Inspiro, cierro los ojos, y mientras asciende el sonido de un sutil piano, entiendo que soy yo quien va agrietándose poco a poco, expiro y me transporto a aquellos locales donde beberse el mañana y consumirse el alma, donde obviar un espacio-tiempo que posee las llaves de esta cárcel, donde nosotros decidimos encerrarnos dentro.

Respiro. Me hago sitio entre la torpeza de esta resaca de lo vivido, pero el agua me llega por las rodillas y las calles se convierten en ríos de incertidumbre por los que nadar a contracorriente. En las azoteas, aquellos tejidos que hicimos con hilos de sueño van deshilachándose muy poco a poco, mientras un viento en contra los ondea, cuál bandera en cuya sombra sonríen los vencedores. Mientras, el futuro se desdibuja como una nube, como la niebla que enmarca una atmósfera fría, de miedos, mentiras y almas perdidas.


Descubro que el presente ajeno se ha convertido en una imagen congelada, todo se ha detenido, como acobardado ante mi precisamente sutil presencia. El llanto del niño ha cesado, pero el piano de fondo tampoco se percibe. La hoja sobre la que el viento decidía un futuro quedó flotando en el aire, como si se tratara de un juicio pospuesto. En otra punta de la ciudad, quizá habrá un beso congelado, una bofetada que quedó con la cara a medio apartar,

unas costillas sin acabar de partir, una lágrima aún sin atreverse a caer, una mirada en el metro no tan efímera como debía ser, una ola en la playa que quedó a medio camino entre la fría arena o el mojar unos píes.


5 comentarios:

  1. guay, solo queda encontrar la llave de esa puerta
    ya sabes quien soy^^, el primero que creas que soy ese seré!
    bonito texto
    ^^

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  2. Creo que no lo has comprendido
    No se trata solo de encontrar la llave.

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  3. si encuentras la llave el texto empezaria de la siguiente manera: " en mis buenos despertares propios de un domingo..percibo un olor de alcohol que sana. el agradable consquilleo de un remordimiento que se asoma sin miedo.
    resumiendo, que el hecho de estar dentro de esa carcel te golpea el alma y te produce esa sensacion dantesca interior.
    Al menos entiendo una parte del texto, quizas con la que me siento mas identificado, tal vez
    ^^
    ^^

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  4. Muy bueno, Gemma.
    (Soy Gerard, que me he hecho un blog, a ver si me enseñas cómo funciona que ando más perdido...).

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