jueves, 23 de julio de 2009

optimismo.


Ni siquiera coges el ascensor. Llegas a casa, dejas las llaves en el recibidor y abres enérgicamente la puerta. Dos gatos te miran como siempre, paradójicamente como dos malditos desconocidos. Y les sonríes, como cada día pero inevitablemente con más ganas. Cómo convenciéndote de que hoy, de una vez por todas, pueden comprenderte. Sales al balcón y le gritas al jodido mundo que hoy si; que hoy eres feliz. Te ríes de la vida por haber puesto en duda que algún día lo fueras. Te burlas de todos aquellos que pensaban lo mismo y les demuestras con inocente orgullo lo que vales. Vas a la habitación, coges la falsedad, la angustia, los malos momentos y los tiras también por el balcón. Y de pronto le ves enfrente en de ti deslumbrándote. Callas, te paras y sonríes. Y le miras…. Si, es precioso. Tanta luz, demasiada. Estabas convencida de que él no te fallaría.Y entonces comprendes que es cierto lo que dicen. Pues después de todo, siempre acaba saliendo el sol.

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