miércoles, 30 de marzo de 2011

Tirar de ti desde arriba de la escalera para subirte conmigo a la altura de las nubes y soportar que te resistas, que tires de mí, diciéndome “vuelve a la tierra”, que no habría escalera al cielo sin azotea, ni azotea sin cielos, ni cielo sin ojos, ni ojos sin miradas, ni miradas sin sentir. Y saber que tú que estás atado a la tierra por la cadena del miedo, de la ciudad gris, del olor a freno, de las 8 de la mañana en la oficina, del café con sacarina. Por la dictadura de los hombres con paraguas de la Gran Vía, de los que se esconden de la lluvia, de consejos que deambulan por el aire como motas de polvo ignoradas, de contaminación lúminica, sonora, mental y anímica. De profesores que dicen “no comas chicle en clase” pero nunca dijeron “chaval, persigue tus sueños”, de idiomas que se expresan diciendo "no puedo", en lugar de "estamos en ello", de aquellos que solo miran la moneda por la cara que les ha tocado, de esqueletos que decidieron hacer todo el viaje con las persianas bajadas, ignorando que al otro lado había un paisaje que contemplar. De títeres de agujas de reloj que roban cada día un poco más de sangre. Desangrándonos hasta quedarnos en piel y huesos. De tiempo cleptómano de libertad, del espacio, del hoy y de los sueños que cada día nos pertenecen menos. Y te siento tirar de mí cada vez con más fuerza y más fuerza. Y mi mano se desliza lentamente dentro de la tuya, hasta tan solo tocarnos los dedos y decirte, mientras caes, que lo siento. Que yo me quedo aquí hasta que se me lleven. Con la esperanza sostenida por un hilo de que allí abajo existen aún las miradas, y los ojos, y los cielos, y las azoteas, y el sentir. Porque sin sentir no habría escalera a las nubes. Hasta que nos la quiten y caigamos definitivamente al vacío, y justo en el preciso instante del choque perdamos todo lo que llevamos dentro, si es que nos queda algo que no sea anecdótico, algo por lo que luchar, algo que merezca ser guardado para la posteridad y pongamos nuestos pesados pies de plomo y hagamos temblar los pilares que sostienen una tierra y un hoy que nos hemos adueñado sin permiso pero que, en realidad, nunca nos ha pertenecido.

domingo, 13 de marzo de 2011

Motivos para correr.

Deja de correr para no alcanzar nada.
No huyas de las pifiadas
para perderlas de vista.
Corre si una mañana
de resaca de domingo
adviertes que se te escapa
de puntitas la felicidad.

Y entonces hecha a correr.
Corre porque los trenes tardan mucho en volver.
Corre por las palabras que nunca le dijiste.
Corre por la inocencia que un día se fue.

Corre bajo la lluvia
y enseñales bailando con ella
que mojarse es más divertido
que ahogarse de pena y sin fé.
Piensa en el mañana
y olvida el ayer.
Diles que no hay escusa que valga,
Que es gratis aún sonreír por doquier.
Diles que no es un derecho,
que estan obligados a sentir.
Y gritale al maldito mundo
que tu hoy puedes ser feliz!

Saca las acuarelas
del desván de tus días grises.
que hoy toca apartar las nubes
a brochazos de color.

Porque es peligroso nadar
en este mar de hipocresía
al que llaman ciudad.
Puede que algún día
olvides tu verdadero rumbo.
Entonces hecha la vista hacia atrás,
y recuerda que el horizonte
te hizo soñar.
Y recuerda aquellas verdades
que te hicieron temblar.
Corre porque al reloj le das igual.
Corre porque quedarse quieto es de cobardes.
Corre porque la vida puede rimar,
y corre porque se hace camino al andar.

Saca las acuarelas
del desván de tus días grises.
que hoy toca apartar las nubes
a brochazos de color.
Alza tus blancas velas
y desnúdate a la noche
que hoy toca beber caricias
de la copa del amor.

Diles que no es un derecho,
que estan obligados a vivir.
Y gritale al maldito mundo
que tu hoy debes ser feliz.

¿Eres capaz, eh? Vamos, machote, mirale a los ojos y dile que tu también eres un cobarde. Sin que en nungún momento su mirada pueda con la tuya. Sin que tu mirada caiga estrepitosamente al suelo. Eres capaz, ¿eh? ¿Acaso puedes hacerlo?

Porque yo tampoco.